EL DEDO QUE SEÑALA

El siguiente artículo, es un texto que lleva en mi poder bastantes años, desde que un profesor de la E.S.O. lo usase como material de clase. Este artículo creo un gran impacto en mi y me gustaría compartirlo aquí. Realmente no esta relacionado con la parte que me corresponde del trabajo de grupo, pero dado que los principales personajes que aparecen son Leonardo da Vinci y Miguel Ángel, si que tiene que ver con el tema de nuestro trabajo.

Es un artículo del autor Manuel Vicent


EL DEDO QUE SEÑALA

Se ha dicho que Miguel Ángel, como era pederasta, esculpía con el máximo amor y recreo los genitales masculinos. Alrededor de esos atributos de mármol que exhibe su David con absoluta perfección en Florencia, los devotos forman una escuela. Sin embargo, lo más erótico que Miguel Ángel ha pintado son los dedos fálicos del Creador y de Adán juntando sus yemas en el techo de la Capilla Sixtina. El misterio del dedo en erección proviene de Leonardo da Vinci; muchas de sus figuras muestran el índice erguido junto con una sonrisa enigmática y el pelo rizado en una densa sombra. Ese dato se repite en uno de los apóstoles de la última cena; en múltiples dibujos de ninfas y madonas en los dos cuadros de san Juan Bautista, uno de ellos convertido en Baco, que se conservan en El Louvre. Algunos creen que este misterioso ademán era una clave secreta que sólo lograban entender los iniciados. En la escena culminante de la película Muerte en Venecia, en la playa del Lido, se ve al adolescente Tassio en la orilla del mar a contraluz elevando el dedo para que su viejo y moribundo enamorado lo divise como un símbolo mientras agoniza a sus espaldas. Fue el homenaje que el homosexual Visconti dedicó a Leonardo.

También el san Juan Bautista de Rafael, que está en la Academia de Bellas Artes de Florencia, se manifiesta con el índice erecto en el aire al final de un brazo musculado. Este mismo artista pintó al propio Leonardo junto a Platón en el fresco La escuela de Atenas, que se halla en la Stanza dalla Signatura en el Vaticano, y en esa misma creación, como en el dibujo a carbón, lápiz y acuarela que sirvió de boceto, aparece Leonardo igualmente elevando el dedo índice. Pero el arcano de esta representación adquiere toda su profundidad en el techo de la Capilla Sixtina cuando Miguel Ángel concibe el dedo de Jehová como un falo por donde la vida se convierte en un manantial que crea la forma de Adán.

Entre los grandes maestros Leonardo y Miguel Ángel puede que hubiera unas relaciones tormentosas de admiración, odio, celos y atracción mutua. Leonardo usaba una sexualidad enigmática que se estremecía en las esfumadas sonrisas de sus personajes, en la dulzura ambivalente de los rostros. En cambio, a Miguel Ángel se le ve feliz cabalgando las musculaturas de sus propias criaturas y los oleajes de cuerpos desnudos, de mármoles que tienen el tacto de la carne más amorosa. Tal vez había una secta en Florencia, en Milán, en Roma, en Venecia, en Nápoles, que tenía sus iniciados en el gremio de pintores. Se reconocían a través de ciertos signos en los cuadros.

Se sabe que Caravaggio elegía a los modelos de sus ángeles entre los mozalbetes putos que él amaba. El naturalismo de este extraordinario artista no puede ocultar los rasgos del vicio en los mofletes de estos querubines que suelen volar alrededor de las nubes sosteniendo alguna Virgen con unas manos que habían conocido el crimen. Cualquiera puede descubrir en los cuadros de El Greco rasgos de un sexo torturado, contraseñas de amores nefandos que se abrasan en una hoguera de miembros lívidos en posturas místicas, orgiásticas. Algunos pintores no lo podían disimular. Bajo la represión de la contrarreforma todo un mundo grecolatino ambiguo palpitaba dentro de las túnicas y mantos de los santos, que no eran sino los amantes que el pintor había encontrado en la esquina. La mitología y sus excesos carnales estaban sometidos a escenas bíblicas, y así, el techo de la Capilla Sixtina fue convertido por Miguel Ángel en un Olimpo cristiano que tiene algo de gimnasio donde se promete salud y belleza en 15 días.

En este mar de voluptuosas formas que el genio de Miguel Ángel crea hay un punto que concentra la máxima fuerza: es el dedo del Padre que sustituye a su órgano generador. Toda la tensión está en la yema de ese índice, y hacia él convergen las miradas instintivas de cuantos visitantes pasan por debajo de aquellos cúmulos de carne. Adán, suavemente recostado, adquiere la forma como un sueño que emerge del dedo de Dios.

La secta de iniciados sabía que Leonardo había puesto de moda levantar el dedo para expresar una pasión oscura. Pero esto sucedía en la Florencia de finales del siglo XVI. Ahora los turistas que discurren como una corriente boca arriba por la Capilla Sixtina también ponen el brazo en alto para señalar el misterio de la creación.

- Allí está, allí está – exclaman

- ¿Qué es?

- Esa imagen que siempre sale en las estampas ¿No lo ves? Está en el centro

- No lo veo – contesta alguien del grupo

- Allí, allí – señala el guía con el brazo.

La Capilla Sixtina estaba repleta de gente, y en un momento todo el mundo levantó el dedo índice y se puso a señalar la escena cumbre del techo en que Dios creó a Adán también con el dedo; pero al señalarlo, los turistas lo creaban a Él, y todos de forma inconsciente no hacían sino obedecer la contraseña que había iniciado Leonardo para que los homosexuales se reconocieran


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